5 may 2020

Unidad de Supermercado

La diferencia creo que nunca se había hecho tan notable en lo cotidiano pero conforme pasaban las semanas era más evidente.

Siempre me dije a mí mismo que era irónico el lugar donde vivía, gano muy poco en mi empleo, sin embargo, por azares del destino y mi suerte, conseguí un gran lugar cerca de mi trabajo, tranquilo, todo incluido y con buena renta. 

Ya instalado y a primera vista, mi auto tampoco desentonaba estacionado en la calle de la colonia. Quizás lo primero que llamase la atención de él era que claramente es el más sucio de toda la acera. Luego de que eso resaltara para el ojo vigilante, resaltaría su modelo; muy viejo en relación al resto de los autos de la cuadra, aunque siendo honestos quizás solo estas pesquisas existían en mi mente paranoica.

Las primeras semanas anteriores al anuncio oficial me compré todo lo necesario para tener no tener que salir varias semanas, entre víveres y cosas del hogar. Los meses antes de que la situación se agravase estuve bien atento a las noticias de Internet del tema, incluso siendo vocal en mi trabajo sobre la situación conforme se acercaba ¿Quién es el loco ahora? Aún recuerdo con maravilla esa rebaja de detergente que vi. "Si lo hago bien tendré ropa limpia de aquí hasta el Apocalipsis", pensé. En el mismo orden de ideas, aún tengo algo de pasta, harinas y conservas de esa primera compra. El problema realmente era el refrigerador, el cual realmente era un frigobar de hotel disfrazado. Nunca le había tenido mala fe al pequeño, pero a veces bromeaba que en una situación de vida o muerte, no tendría la suficiente comida como para evitar exponerme lo más posible. Irónico, lo sé.

Varias idas al supermercado durante las últimas semanas y las diferencias son cada vez era más notorias. Primero se fueron los estudiantes. Esos vibrantes seres extranjeros de lenguas extrañas, esos inamovibles blancos de casi dos metros, ese connacional aspiracional de acento marcado. Ir temprano era la mejor idea de todos modos. Poca gente y los ancianos de las poblaciones iniciales. Su pensión, jugosa y como las que ya no existen, y ayudas gubernamentales los mantenían en esta área. Su mirada de desconcierto resalta más que su cubreboca tan torpemente sobrepuesto sobre sus rostros, ya sea por vejez o por incertidumbre. Esperan en la fila, se les indica que esperen por alguno de los carritos sanitizados, lo toman y comienzan su camino. Toman una lata, una bolsa de sopa, algunas frutas.  Conforme su carrito se llena se sienten mas a salvo. Se sienten más en control. Es como si llenar su carrito salvase a la humanidad y cada producto fuera una proeza homérica. Son los héroes, los héroes del capitalismo tardío.

Miro a la gente. Pocos estudiantes. Un par de personas de uniforme negro pasan a mi lado. Definitivamente menos que la semana pasada. Ya casi es mi turno de carrito asperjado. De igual manera me preparo con gel y aplico un medio puño. Pienso en mi madre viéndome severamente si no me lo aplico, debo de admitir, pero tampoco ayuda que no la he visto en un par de meses. La pérdida de calor y el escozor en la piel trae recuerdos del trabajo de laboratorio. Otro de uniforme negro hace fila tras mío. 
- Su carrito señor.
- Cierto. Gracias.
Mis palabras apenas escapan de entre mi pañoleta de víbora de cascabel. Siento que me tratan bien solo porque piensan que soy como ellos. Yo los trato bien porque pienso que soy como ellos

Empiezo el viaje usual, pero admito que este ambiente solo me hace entrar más en negación. Bailo en los pasillos y me paso de amable. Buenas tardes a todo al que vea, esquivadas excéntricas y movimientos teatrales. Todo el show. Veo a otro de uniforme de negro. Ya son varios de pasillo en pasillo más los que vi entrar conmigo. Termino de llenar mi carrito de carnes y frutas, que era lo que tenía escaso y llego a la registradora. Fila larga, no de gente sino por la distancia entre ellos. Eso me da tiempo de leer sin parecer obvio y la palabra se repite varias veces. Supongo que si hay nosotros después de todo... pero qué se yo. Quizás es solo la paranoia. Escudriño por mi auto el cual se asoma entre la caja de un par de pickups.
- ¿Una lavadita o qué jefe?
- Ando gastado. Me agarraste en mal momento -enseñando las bolsas.
- Ándele, jefe, de paso le doy una pasadita a los faros.
- Mira mano, no gracias.
- Mira mano, nomás porque no está el jefe, mira. Mira lo que vamos a hacer, orita que no tengo quién me la cuente... te lo dejo a la mitad. A la mitad. Orita por usted, mañana por mí. Y si hoy hago un cliente, mañana hago otra paga y el que sigue y el que sigue. Eso se lo digo porque confío en mi chamba. Va a ver qué bien le va a quedar jefe.
- Nombe' mano, traigo helado -mentí de nuevo señalando a mis bolsas-, no quiero que se me chorree todo y hoy olvidé la cuchara en casa.
-  Ya está compa, ya está -se ríe-, ya quedó jefe. Como quiera aquí andamos cualquier cosa eh, jefe.
- Seguro, que tengas buenas tardes.

***

Feliz 5 de mayo.

1 comentario:

  1. Vaya asunto el del encierro, ¿no? Si algo nos enseñó la cuarentena del COVID19 es que gobiernos y ciudadanos de todos los países no tenían preparación, completa voluntad, o equipamiento ni para una emergencia media como esa. De pronto empiezo a preguntarme como muchos otros: ¿de llegar a tratarse de algo más peligroso y serio, de mayor alcance, qué va a pasar? La incertidumbre del futuro cercano, en este mundo tal como está en la actualidad. Tenemos que reincorporarnos a nuestras vidas y trabajos lo antes posible, hay obligaciones que atender; pero vaya que el pensamiento sobre todas esas cosas mencionadas nos estará acompañando a varios.

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