22 sept 2020

Sin nombre

Cuando pienses en mí triste,

mírame herido y frágil,

al punto de quiebre pero empático,

tu enfermedad es mi padecer.


Estaré ahí para cuando sanes,

cuando regreses feliz,

para que me recuerdes con bromas y juegos.


Renaceré por medio de memorias,

cambiante mis disfraces

así como tus humores

una y otra vez, siempre para ti.


Mientras sientas energía infantil

estaré del otro lado de la mesa

tirando de los dados.


Úsame para dialogar de día,

para discutir de noche

y pelear en madrugada.


Cuando la claridad se pierda

puedo ser la estrella en el horizonte

que te cree un referente

sobre los sismos de la tierra.


Úsame, 

pero úsame para bien,

el bien  que no te pude dar en vida

y que ruego por ti desde la muerte.




10 sept 2020

Reverencia a la noche

Escribí esto hace un año. Iba a publicarse en el periódico como parte de un compilado de cartas escritas por personas asistiendo a terapia, "sobrevivientes" de intentos de suicidio como parte de su especial editorial por El Día Internacional de Prevención del Suicidio. De la carta enviada solo fue publicada una frase a la hora de su impresión. Aquí pongo el texto original, editado ligeramente para reflejar las intenciones buscadas.

***

Actualmente tengo 27 años, pero cuando ocurrió el incidente que llevó a preocuparme tenía 26 años recién cumplidos. Soy maestro actualmente, así como para el tiempo en el que ocurrió aquél incidente. Siempre me ha gustado ayudar a todo el que lo necesitase, la puerta de mi oficina en la escuela siempre está abierta para quien lo pidiera así como mi tiempo en pasillos y en clase. Sin buscarlo me hice, quiero pensar, de la confianza de mis alumnos.

La realidad es que la idea del suicidio, de cometer un acto suicida de alguna manera siempre estuvo ahí. No podría decir con claridad cuando inició o qué lo desencadenó. Es como si fuese una idea con lo que hubiera nacido. Nunca fue algo ajeno a mi, simplemente se sentía como una puerta que se podía abrir en el caso en que todas las demás pareciera que se cerraran.

El momento en cuestión vino una noche, manejando solo de regreso a casa. Para ese tiempo vivía con un amigo y era el inicio de mi segundo año fuera de casa. Tenía novia y mi familia se mantenía en contacto conmigo de forma intermitente por mensajes de texto pero aún y con ello podía sentir algunas grietas abriéndose a mi alrededor. Algo de falta de apoyo por parte de mi pareja, mis padres ni siquiera sabían dónde vivía y parecía que no les importaba siempre y cuando contestase sus mensajes. Mi amigo estaba ahí apoyando pero siempre fue algo severo en actitud, como un padre postizo y no del todo orgulloso, y eso a veces no ayudaba a como me sentía. No los culpo, quizás simplemente no sabían cómo me sentía, pero yo sé muy bien también que no se los dije. Era eso... o que algo me detenía. Fue un tiempo, meses, en que no comía ni dormía bien. De igual manera; esa noche, iba manejando del trabajo camino a casa, tenía muchos pensamientos dentro de mi mente.

Era el recorrido habitual, sorteando un canal de agua artificial, el cual serpenteaba los alrededores de la colonia. Fue entonces que miré de reojo el precipicio desacelerando y aproximándome hacia una luz roja y sin nadie a mí alrededor. Miré de reojo de nuevo. Era noche y el agua solo era un flujo negro en medio del entonces seco, lecho de cemento. Miré de reojo de nuevo, mis brazos se entumecieron súbitamente. Fue como una descarga eléctrica directa para ambos brazos, los cuales se entumecieron al instante. Un botón de emergencia, un instinto primigenio. Había sobrevivido. Rompí en llanto. Una parte de mi quiso que mis brazos girasen de golpe el volante al mismo tiempo que otra fuerza, contraria pero de apenas y mayor nivel, la había detenido... y mis brazos pagaron el precio. Mis músculos se sentían pesados, como si hubiesen sido golpeados continuamente, golpe tras golpe. El volante, como el mundo mismo, se sentía pesado. El semáforo viró a verde. Con los brazos insensibles llegué a casa como pude.

En el poco trayecto que me quedó hacia casa pensé en mis abuelos. Ellos eran mi meta. No me iba a ir hasta que ellos se fueran, pensaba. Haber hecho eso hubiese sido fallarles, racionalizaba. De alguna u otra manera les estaba quedando poco, también imaginé de mórbidamente. Recientemente habíamos recibido noticias de que mi abuelo paterno tenía episodios, ataques, que mi abuelo materno había estado comenzado de nuevo a tener problemas en el corazón y su esposa, gastrointestinales. Pensé en mis padres. Dejar a mis padres solos de golpe sin siquiera la idea de que aún contaban con mi hermano, luego de otras pérdidas que han tenido para entonces recientemente. Pensé en mis amigos, mis alumnos. “Tienes una novia que te quiere, una familia que te apoya, un trabajo estable, ¿qué te pasa?”, una  persona que me importaba mucho me dijo una vez así. Sentía la culpa del adicto por siquiera pensar en eso. Pensé en la gente que había perdido, de esa y otras maneras. Quizás de alguna u otra forma era adicto a algo. Fue en ese momento en que supe que necesitaba ayuda. Las cosas no mejoraron pronto, pero si cambiaron.

Actualmente llevo un año y unos meses en terapia y siento que me ha ayudado. La idea no desapareció cual veneno a través de diálisis, pero esa sombra ciertamente se ve más lejana cada día. Creo recordar, y podría estar equivocado, que en medicina se señala la diferencia entre enfermedades curables y enfermedades tratables. Las curables son  aquellas que desaparecen por medio del tratamiento y las correctas medidas por parte del afectado, mientras que en las tratables solo se atacan los síntomas, pero el agente causal se mantiene en el paciente. La terapia no es mágica, pero es algo real, es tangible y está allí. Ayuda profesional para un problema real, supongo.

Si estás allá afuera y estás leyendo esto, no sientas culpa por sentirte solo cuando no lo estás o por sentirte solo si sientes que alejaste a los demás, siempre hay ayuda. No escoges sentirte triste, pero si quizá cómo actuar ante ello. Una pelea constante entre el espíritu, la máquina y el fantasma. Tú pelea es real. Escojas pelearla o no.


No es fácil, pero se vuelve fácil.

Con el tiempo.

Y ese es al menos ya un inicio.



Placebo - Running that hill