21 ene 2012

Party Rock Anthem

Hoy estuve en una fiesta, con los que más quiero y confío.

A algunos de los invitados tenía mucho tiempo de no verlos y otros ni siquiera se conocían entre sí. Debo admitir que fueron incómodos los primeros minutos. Hubo silencios, pero conforme seguía la tarde y aún con las diferencias en edades, todos empezaron a convivir como si fuesen amigos de toda la vida.

La música fue excelente. A todos agradó, al igual que la comida y compañía. Todos bebimos hasta desfallecer, sin contratiempos ni ridiculeces. Cantamos canciones que a todos gustaron hasta quedarnos sin voz. Varios presentes coincidieron que tenían años sin escuchar algunas de las piezas.

Se recordaron muchas cosas. Lo divertido de los recuerdos es tener alguien con quién compartirlos. Verlos desde otro punto de vista, como van cambiando con los años, con nuestro humor y los nuevos conocimientos. Se terminan transformando en otra cosa, ya no son recuerdos, la historia en sí ya no es lo que fue en el momento justo en el cual ocurrió y quizás, nunca lo fue desde un inicio, se transformó en algo más grande. En nosotros mismos, en nosotros todos.

La fiesta siguió durante horas, pero los ánimos no se gastaban. Si bien, ya se hacía tarde, todos querían seguir cantando, charlando, comiendo y bebiendo, juntos. Los grandes eran contagiados por el ímpetu de los más jóvenes, quienes a cambio, recibían carcajadas y aprendían a través de sus tragedias.

La mañana llegó. Todos recogieron sus cosas y salieron por la puerta sintiéndose más grandes de cuando entraron. Unos habían hecho nuevos amigos, otros descubrieron y re descubrieron música que les gustaba y otros llevaron consigo experiencias e ideales que nunca tuvieron a sus propias casas.

Hoy tuve una fiesta para mí solo. Una fiesta donde yo fui anfitrión, festejado e invitado. Y la pasamos bien.

1 comentario:

  1. Me agradó el giro final. Sí, no puede uno decepcionarse de una fiesta para la persona más importante en su vida: uno mismo.

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