En su lugar todos, comenzó su monólogo. Sus causas con sus consecuencias. El porqué de sus decisiones y los cambios que sucederían a este día.
Un silencio nació de su última palabra. Los ojos de todos los presentes se tornaron rojos y húmedos. Solo los suspiros pudieron cortar la incertidumbre de lo estático, pero eran penosos y languidecían uno tras otro.
Un par de preguntas después y la realidad ya estaba frente a nosotros, respuesta a respuesta. La vida ya no sería igual a partir de este punto.
P - ¿Estás aguitado?
H - De no ser así, ¿es que hubieses hecho las cosas mal, no?
Sonrío y me dio un abrazo. Por encima de su hombro miré la mesa del comedor. A patir de aquél segundo, esa silla ya estaba sobrando.
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