18 abr 2012

Carta corta al consumismo

"Una visita al super mercado puede sacar lo peor de uno..."

Apenas doy el primer paso fuera de la casa y ya sé lo con lo que me voy a encontrar; un viaje a través de un árido camino artificial, el cual no hace más que reflejar el sol sobre mi cara, encogiendo mis ojos y haciendo más insoportable la travesía.

Por donde miraré habrá asfalto, plástico y acero. Esa es la ciudad, solo eso y uno que otro humano por ahí, adornándole, uno de entre miles a los cuales no les importa nadie, gritando improperios, ensuciando el ya contaminado aire, dirigidos para aquél el que está adelante, el cual comparte igual sentimiento por los demás, en especial por ese bastardo que me está gritando ahora mismo, el cual quiero que sepa que no me moveré por que aquí daré la vuelta.

Veré a esos sujetos, parásitos con franela en mano, sacudiéndole en giros mientras dicen que el paso está libre y que el carro puede moverse, después de haberte brindado el vital servicio del cuidado de tu auto mientras hacías tus compras, algo que en primera instancia, ni siquiera debería de ser necesitado.

Ya sorteados mis recién conocidos primos, que también incluyen entre sus servicios con un paquete de lavado automotriz, entraré a la tienda, donde me encontraré a seres de aspecto irreconocible. Gigantes, de ropas manchadas y pasos lentos, torpes como ellos mismos degustando muestras gratis de yogur bajo en grasas y azúcares.

Cuerpos que han aceptado la idea de deformarse entregándose al derroche de objetos que no necesitan, siendo consumidos por lo que ellos mismos irónicamente llaman consumos. Ciegos atados ante la idea de que su capacidad es deber, merodeando entre los interminables pasillos llenos de permanentes rostros fríos alegres, rostros que saben de esa ignorancia y se aprovechan y viven de ella.

Y uno que otro estará en familia, otros solos o en pareja. El resultado será siempre el mismo. Solo que en la familia será un niño revolcándose en el suelo y una madre negligente. En la pareja habrá discusión sobre si debimos haber viajado mejor al otro super o no, porque allá aquél tinte que quería estaba más barato qué aquí, mientras que el solitario "escribe" en su aparato todas las cosas que ve y piensa o no en adquirir, en su lento paseo sobre el carrito.

Habrá desdichadas oportunidades de toparme con el último hit de la música popular por lo parlantes de la tienda, a volúmenes estratosféricos acechándome a cada paso que doy con sus letras huecas y ritmos mesméricos, siendo utilizada por el carismático edecán de la compañía de carnes frías para invitarnos a comprar la última oferta en embutidos.

Dejados atrás estos personajes desagradables, completado la lista y luchado, con lo que presumo, fue una ama de casa tres veces mi tamaño por las mejores jícamas, llegaré a la caja y vaciaré mi carro sobre la banda transportadora. Pagaré y diré que no al redondeo para la Casa Hogar y hundiré esos centavos hasta al fondo de mi conciencia.

Terminaré viendo la única luz al final de mi viaje en la sonrisa del anciano que envolvió en bolsas mis víveres y el cual me desea un buen día, a quien claro sí le daré mi cambio.

En fin...

1 comentario:

  1. La necesidad de escribir sobre nuestra cultura actual, " la cultura de los super mercados "
    Piensa, lo estás haciendo bien.

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