24 mar 2014

La Caja Loca III

El otro día estaba en medio de una zona de la ciudad que no conozco en lo absoluto, la cual es famosa por ser problemática, peligrosa y sobre poblada.

Había llegado ahí por la curiosidad, la sobra de tiempo y la equivocada selección de ruta de transporte público.

Llevaba horas caminando, cargando mi equipo y tomando fotos. Tenía hambre, sed, algo de cansancio y poco dinero. Lo único que me detenía era mirar de cuando en cuando hacia los lados en las calles o, al sentir que me estaban persiguiendo, virar hacia otro camino al cual no fuesen mis posibles captores de la cuadra correspondiente.

Con muchos pensamientos en mi cabeza, nublados por las necesidades físicas, llegué a ese punto en el que todo parecía verse a través de vidrio tratado al ácido, con muchas cosas que sucediendo detrás de él, más sin embargo no poder distinguir tal o cual cosa.

Cuando abrí los ojos estaba en las puertas de una tienda departamental, de esas grandes que como heraldos, anuncian la llegada de fraccionamientos, tráfico y basura. Caminé por el pasillo inicial y vi el montón de tiendas extenderse a mi izquierda y luego a a mi derecha. No encontré nada que me interesara.

Luego miré hacia el fondo del pasillo hasta donde mi vista podía alcanzar. Había gente pintoresca en las mesas comiendo, así que imaginé que con lo poco que contaba podría alcanzar algo para comer y beber bien. Así pues, arranqué...

- Disculpe -... hasta que me detuve-. No puede entrar con eso. Tendrá que dejarla en paquetería.
Dijo la señorita detrás de un aparador de electrónicos.
- Pero realmente...
- Disculpe -interrumpió-. Pero no puedo dejarte pasar así.
- Uhm... está bien, ¿hacia donde se encuentra...-
Hizo un gesto con la mano, me dirigí hacia donde ella señaló.

- Vengo a dejarles esto... por favor.
- Busca un casillero.
- ¿Cómo?
- Si, busca uno vacío para tu mochila.
- No comprende, ¿se lo puedo dejar aquí nada más? Parece ser una buena persona.
-  Las instrucciones están ahí anotadas. Solo ve por uno.
- No tiene rostro de ladrón, podría confiar en alguien como usted.
- Están detrás de ti.
- Está bien, pero realmente confío en la gente trabajadora de este lugar. Sé que...
- ¡No soy un ladrón! Eso es lo que sé, ¡váyase!
- Le creo, es solo que...
- No soy ladrón, no soy ladrón, YA NO LO SOY...
- Eh... ?
- ¿Qué pasa aquí?

El que había llegado era su jefe. Se notaba por su chaleco de diferente color. Mientras el hombre caía en taquicardia, el jefe le tomaba de la mano y le repetía lo que él ya sabía. Que no era un ladrón. Al menos ya no más. Al quitarle su camisa para reanimarlo, su gafete cayó al suelo. "Programa de reactivación social" se leía en letras grandes sobre la foto del hombre del que ahora apenas y respiraba doblado en el suelo... 

... y que me fui hecho la verga.

***
Ambigú

No me había dado cuenta sino hasta que ya estaba arriba del camión.

Uno de los equipos locales jugaba en su estadio esa misma tarde y casi todos los asientos estaban ocupados por gente que vestía la playera correspondiente.

Pagué mi viaje, y volteé con la multitud de parados y sentados por igual.
- Arriba Rayados!- Dije mientras levanté la mano triunfantemente.

La respuesta general fueron miradas de extrañeza.
- ... o no.- Bajé la mano.


Fin del ambigú
***

Un fin de semana, para ayudar a un amigo, me fui al estadio de la mejor afición de México para la venta, promoción y difusión de un rollo para ayudar a estudiantes con sus becas.

- ¿Contra quiénes juegan?
- Cruz azul.

Llegué muy apenas a la hora acordada y de no ser por haber revisado el celular justo al llegar, no habría llegado al lugar en el que se supone se me requería.

Vestidos con una playera alusiva al movimiento, la mujer que las repartió dijo:
- Lo que harán será repartir estos flyers con todas las personas que puedan, pedirán una cooperación y, sin importar el monto dado, les entregarán una pulsera de estas.

Todos dentro de la sala acordaron y nos repartimos alrededor de las puertas del estadio, donde las risas no pararon con revendedores de boletos, vendedores de comidas y fauna tanto local como de importación.

- Chilangos... ríos de chilangos.
- Lo sé.- Respondió mi amigo con desesperanza.

Llevábamos una hora entregando pulseritas y recabando dinero. Y los patrones se empezaban a notar. Los mas amables, daban dinero y aceptaban la pulsera con una sonrisa al escuchar la causa. Otros apenas y aceptaban el volante y, al ver que sobre donación, lo regresaban.
- No tiene porqué regresarlo, es para que se de cuenta de la iniciativa del club Tigres.- Con paciente voz decía mi amigo a las personas.

Con el tiempo, y el fastidio, frases comenzaron a salir.
- Si tiene para la cheve, tiene para cooperar.
- Cruz azul puede ayudar a Tigres, ¡al menos a sus estudiantes! Coopere amigo.
- Dónalo, no bébelo.

- Hey amigo, usted también puede ayudar para las becas estudiantiles.
- No'mbre chamo. No tengo feria.
- Uhm... pero si estos chavos se van a quedar sin estudiar.
- Si, ps' pos' orita' no traigo feria mano.
- ¡Van a dejar de estudiar, se van a hacer narcos y los van a matar a todos!
- Ah, ¿tan feo está el pedo?
- Para que vea...
- ¿Seguro?

No me había dado cuenta por la multitud de gente sino hasta que voltearon todos al mismo tiempo, pero el sujeto estaba acompañado. Muy bien acompañado. Eran un cerro de personas. De esas feas mal encaradas que al verlas sabes que son de poca educación.
- ¿Si está gacho el asunto?- Dijo uno de entre ellos, ocultando la cruz roja de su playera al cruzar sus brazos sobre su pecho...

... y que me fui hecho la verga.

***

¡Abra más cajas locas!

2 comentarios:

  1. ¿Rayados? ¿Tigres? Aaaaagh, lejos de mi, tales cosas.

    Lamento tener que preguntar, pero... ¿mescolanza de vivencias reales con ficción, o enteramente ficcion, tu relato?

    Saludos.

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