12 jun 2016

Dos cafés para uno

A- Voy a extrañarlos, ¿sabes?
B- Lo sé... y ellos lo harán a ti, seguro. Aún los verás en fin de semana.
A- Lo sé.
B- Estarán contentos cuando te tengan los fines de semana. Te lo aseguro.
A- Si -suspiro- no puedo esperar a invitarlos al departamento... les encantará la vista.
B- Lo sé.
A- Lo acabo de amueblar... no está quedando mal. Finalmente tengo ese librero que siempre quise.
B- ¿De verdad? Genial. Eso es genial.
A- Si.
B- Como... ¿los has visto? ¿Está todo bien? ¿Cómo lo ha tomado... ?
A- Ella está bien. El que me preocupa es...
B- Oh, Si. Ya... hablé con él el otro día... estará bien. No te preocupes.
A- Oh, bueno, si así es como lo ves, yo...
B- Si... así es.
A- Genial. Bien. Bien.
B- Bueno, eh, me alegra hayamos discutido esto como adultos que somos.
A- Así es.
B- Es correcto.
A- Adultos.
B- Ni más ni menos.
A- ¿No hay nada más... que necesites?
B- No, ¿tú?

***

Estoy observando el techo. Son las cuatro con treinta de la mañana y aún no puedo dormir. Creo que no lo haré sino hasta el día que viene. La cama es un mar inmenso, solitario y abrumador. Y yo, solo un títere de la marea que al cerrar los ojos,  será jalado por la corriente por sus hilos y siendo arrastrado al abismo por una marea fría, de pensamientos fatalistas, horribles, ominosos. La paranoia me mantiene alerta.

Es la mañana y estoy en un café. Observo a la gente pasar, mientras trato de controlar las puntas de mis pies las cuales han obtenido autonomía y no dejan de querer estamparse contra la base de la mesa. Solo algo las detendrá, algo que está más allá de mí.

Finalmente, llegas. Te ofrezco un café. Aceptas. Comienzan las largas -yo-, sacándole vueltas al asunto con plática superflua y vacua. Tú tomas la rienda, inicias con un -Entonces...- a hablar y el dolor inicia. Dices cosas que yo ya sé, de esas que me mantuvieron en vela la noche anterior. Millones de simulaciones en el lecho de mi habitación entre cambio y cambio de posición y nada se compara. Todo es más fuerte. Mas directo. Todo pesa más cuando sale de ti. Habíamos acordado discutir los términos y condiciones esa tarde, pero no me encontraba en posición de llevar una discusión, estaba desarmado. Mantenerte la mirada arriba era lo único que consumía mis energías y ni una palabra salía de mi boca. Acentaba balbuceando "si's", "aja's" y "claro's". No importaba, parecía no importante nada más que el vómito de miles y miles de quejas acumuladas en el transcurrir de ansiosos meses.

***
A- Nah... todo está bien.
B- ¿Quieres repartir la cuenta?
A- No.

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