16 may 2017

Día del maestro

Había despertado de muy mala manera. La música del vecino se asomaba por la ventana, arrastrándose al interior de mi cuarto acompañada de un reflejo de sol de mediodía a las 9 de la mañana. Mi garganta se encontraba seca y mis ojos más hinchados que lo de costumbre. Sale del cuarto, silencio total. Inspeccioné la casa y pronto me di cuenta que estaba solo.

Puse música sin embargo nada de lo que reprodujo mi equipo me convenció. Hubo silencio otra vez. Dejé el agua fría correr e intenté despertarme. Escoger la ropa en el cuarto me tomo minutos. En ropa interior, sobre la cama, me la pasé observando el armario. Mis camisas colgadas y algo arrugadas, una a lado de la otra, así los como pantalones y corbatas en la parte inferior. Resistí el cambiarme el mayor tiempo posible hasta el momento en que ya no pude más. Se me estaba haciendo tarde para el trabajo. 

Llegué a la escuela con 10 minutos de antelación. Tiempo suficiente para reponerme del clima azotador. Me vi en el espejo y acomodé mi cabello con la mano, tomé un pañuelo de mi mochila el cual humedecí y pasé por mi rostro y brazos, los cuales irradiaban malestar. Ya mejor, recogí mis cosas a la oficina y saludé a los maestros que allí se encontraban.
- ¡Buenos días! Ya voy tarde, así que los veo en un rato.
- Buenos días, buenas, ¿cómo te va?
Asentí a su saludo y respondí con una mueca de esas que solo se pueden hacer con poco tiempo y ganas de responder y me fui al salón, el cual se encontraba en el tercer nivel del segundo edificio.

Di con el salón y abrí la puerta encontrándome con la típica escena de final de semestre. Asientos libres con los pocos ocupados fuera de lugar, algunos acomodados en círculos con alumnos jugando cartas, otros, solitarios, se encontraban cabizbajos con la mirada sobre el celular, solo esperando. Solo esperaban, era el final no solo del semestre, sino también de su estancia en la escuela, eran de último semestre. 
- ¡Disculpe! ¿Ya sigue usted?
- Oh, perdone, no l...
- Si, ya me retiro solo estaba... ya sabe.- dijo malabareando papeles sueltos, carpetas y libros.
- Claro. No hay cuidado. Estaré afuera... tómese su tiempo.
Salí del salón y vi el tiempo correr.
- Menos clase, -razoné- menos clase.
Finalmente salió, despidiéndose con una disculpa y una sonrisa incómoda. La cual regresé lo más sinceramente posible.

- Hola chicos, solo para despedirlos y decirles que es el final de la materia...
Inicié un pequeño discursillo sobre el final del semestre, sobre los retos que les venían en el futuro como estudiantes o profesionistas, todas esas cosas, mientras iba tratando de inspirarme sobre la marcha a una audiencia la cual era aún más pequeña de la total posible. El timbre tocó, y ya había cumplido mi cometido.
- Bueno chicos, nos vemos. Y si nos vemos allá afuera, no me asalten.
- Wuwuwuwuwu, heeeey, el profe, EL PROFE, EL PROFE.
- Gracias. Claro. Nos vemos.

Bajé de nuevo, tomé agua del bebedero y rellené mi botella. Por suerte el agua se mantenía fría. Ya en oficina miré a los maestros y ya les saludé mejor, con mejores ánimo y uno que otro chiste.
- ¿Cómo te va?
- Uhm, bueno, eso depende, ¿ya mañana se acaba el semestre?
- No maestro, aún le queda 1 semana y media.
- Ah, ¡pues entonces mal!
- Ay, maestro, qué ocurrente. Jajaja.
- Oiga, por cierto, ¿ya fue por su horario?
- ¿Horario?
- Si, el del nuevo semestre. Ya los están dando.
- ¡Ah! Cierto, ¿a dónde tengo que ir por él?
- Pues es en biblioteca, ande. Segundo piso, oficina superior.
- Claro, muchas gracias.
- Ándele, que las horas se acaban.
- ¿Eh?
Arranqué corriendo y agradecí que me recordaran. No solo porque me dirían si me renovarán el contrato para el siguiente semestre, sino también me permitiría alejarme de ellas por un tiempo y relajarme un poco más por ahí en algún pasillo perdido u oficina solitaria.

- Buenos días maestro.
- Buenos días Maciel,
- ¿Qué tengo que hacer? ¿dónde te firmo?
- Mire, lo que tenemos aquí es lo que vendría siendo su horario, lo firmaría con el compañero Reynaldo, ya que termine con él pasa conmigo de aquél lado.
- Claro.
- Es para ver si desea expansión de horas.
- Oh, ok. Claro. Gracias. Y hola Reynaldo.
- Buenos días maestro.
- Buenos días, su apellido era... -abriendo un legajo y enseñándome una hoja con mis apellidos y nombres.
- Si.
- Ya veo. Me firma aquí de recibido por favor.
- Claro... y ¿eso sería todo?
- Así es.
- Muchas gracias Reynaldo.
- Para servirle maestro. Pase adelante con el compañero Maciel.
- Seguro. Voy. Permiso.
Me levante y pasé a una oficina aún más internada en el área de cubículos, en donde se encontraba hundido Maciel en un mar de copias, legajos, clips, mas grises y aún más blancos.
- Entonces, mire maestro, como le decía podríamos venirle manejando lo que viene siendo una expansión de su horario. Con el horario actual tendría... -contando apoyándose con una pluma, apuntando sobre casillas dentro de una retícula- 12... 24... 27 horas.
- Oh, genial. Suena bien.
- Ahora bien, si desea tener horas extra, las cuales tenemos de este lado tendría las horas del bloque B... las cuales se convertirían acumulando un total -repitiendo el ejercicio de contaduría- 36 horas a la semana, respetándole su falta de disponibilidad previamente establecida de los sábados.
- Por supuesto. Gracias.
- Así que, ¿qué le parece?
- Uhm... son... muchas horas, ¿no cree?
- Pues, es verdad. Así es, estaría -revisando el horario-, de 7 a 7 básicamente.
- No... me siento cómodo. Digo, no sé si podría... con tal carga.
- Ah, maestro. No se sienta obligado, esto es en base a su disposición, por eso lo hacemos consulta previa al personal, de no haberse llevado a cabo el llenado de espacios, pues ya personal se ve obligado a contratar personal, aunque sea de manera personal, durante este nuestro semestre alto.
- Claro.
- Usted no se sienta obligado.
- Pues, creo que... por ahora me quedo así.
- Me parece perfecto.
- Muchas gracias de igual manera Maciel.
- Gracias a usted maestro, tenga un buen día.
Me retiré del edificio confundido, alegre, tendría trabajo para una temporada más, más sin embargo un desazón se apoderaba en mi boca. Miré al cielo y el sol seguía castigando a la tierra. Caminé por los pasillos principales bajo su resguardo hacia la oficina con mis compañeras. Volví a tomar agua.

- ¿Cómo te fue?
- Pues... mire.
- No suena mal. Te fue bien.
- Si, eso creo, aunque...
- ¿Aunque qué?
- Verán, me ofrecieron mas horas...
- Ah, genial, ¿y las aceptaste?
- Pues, no. estaría todo el día aquí. Es probable que me volvería loco -dije en tono de broma para no parecer irrespetuoso a su profesión a la cual ya tenían edad de jubilarse de- jaja, de 7 a 7 la jornada.
- Pero pues si así empezamos nosotras, ¿verdad que así Jovita?
- Si Lulú. No fíjese maestro... hasta los sábados veníamos... y en la tarde. Pero teníamos que venir.
Ni modo. Así nos tocaba. Y teníamos que darle.
- Mira, si te recomendaría ir realmente. Conforme están viendo la disponibilidad de los maestros ven quienes toman las horas, quién no. Se hacen promedios de horas por maestros. Ya ven, este es bien jale, este no, este tiene siempre sus 10 horitas, y así se van. Tómelas. Pero pues... ya está en usted, ¿o que dices Lola?
- No, si maestro, que las tome.
- Bueno, si ustedes lo recomiendan.
- Si. Ándale.
- Los marineros no se forman en mares calmos.
- Bueno, veré si aún están esas horas para mí.
- Anda. Aquí te echamos porras.
- Gracias.

Regresé al edificio de biblioteca y a sus oficinas. Evadí a varios compañeros de camino de regreso, pero eso fue fácil realmente, los varios que iban sueltos por ahí veían las bondades (o desgracias) de sus horarios. Subí a las oficinas y me interné a la cueva hecha de páneles de madera, fría por el aire acondicionado y en sus matices. Aún se encontraba ahí Maciel. Meditando sobre sus hojas de papel.
- Hola de nuevo maestro.
- Creo que...
- ¿Meditó sobre las horas extra?
- ... la única forma de saber si lo podré hacer... es intentándolo, ¿no es así?
- Así me parece. Entonces, ¿le agrego este bloque completo de horas?
- Sssip -suspiré mi respuesta.
- Me parece correcto. Muy bien maestro, muchas gracias por apoyarnos.
- No, muchas gracias por su apoyo y lo esperamos para la firma formal de contrato.
- Por supuesto. Gracias.

Salí. Mismo sol. Mismo recorrido. Agua, oficina, un respiro, puerta, compañeras. Hola.
- ¿Y cómo le fue?
- Pues... solo miren.-dije levantando el papel de horario tentativo preséntandolo como si hubiese bajado con él del Monte Sinaí.
- Ah, no si. Muchas horas. Muy bien.
- Si. Es de 7 a 7. Todo el día.
- Si, pero que tiene, mira, ¿vas a venir en sábado?
- No, tengo... libres los fines de nuevo. Gracias a Dios.
- Ah, no pues que bien maestro. La verdad.
- Nosotras teníamos que venir en sábado.
- Mira, lo bueno es que ya estás avanzando. Te están dando más horas. Ya cuando recuerdes tendrás mas responsabilidades. Es rápido, pero está bien. Te está yendo bien.
- Eso supongo.
- Además, piensa, en la tarde, ¿qué harías? Una todavía tiene familia, responsabilidades. Pero tú, eres joven, todavía tienes esa energía para aprovecharla.
- Jajaja, me halaga que piense así, jajaja -"energía" pensé.
- Con todo ese tiempo. De aquí te ibas a casa, me imagino.
- Pues, si. Descansaba. Supongo.
- En casa, en casa a nadie le pagan. A nadie le pagan por estar en casa, ¿qué haces saliendo, llegando a casa?
- ... últimamente... he dibujado... mucho. Llego y dibujo, he estado dibujando mucho.
- Ah, ¿y te pagan por dibujar?
- No, pero... pues a veces quisiera.

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